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CARTELERA

"Los protagonistas de #lodelmono, de Javier Sahuquillo, son parientes humildes (¡y españoles!) de aquella panda de animalistas chiflados que en Doce Monos, de Terry Gilliam, provocaban el fin del mundo en su afán por mejorarlo.También aquí el activismo político adopta la forma del terrorismo; pero no se trata, como en el film de Gilliam, de propagar un virus, sino ¡de crucificar a un chimpancé! y ofrecer su tortura online y en directo para sacudir las conciencias burguesas. El mono no es un cualquiera, sino que aparece como rey de los suyos, y, aunque no hable, piensa uno también que puede tener un pariente notable, como aquel chimpancé académico de Kafka. Sucede que sus ejecutores, esos maoístas de la simiedad, esos guerrilleros del facebook, no están ni remotamente dotados para la épica, ni tampoco para aquellos que Don Ramón de la Cruz llamaba trigedia, así que la operación se despeña (felizmente para los espectadores) por el barranco de lo cómico. Siendo esto ya mucho, porque la comedia, como algunos primates, es hoy una especie en peligro de extinción y no particularmente protegida, lo grande de #lodelmono es que no se conforma con ser graciosa, sino que aprovecha las risas para desplegar todo un abanico de temas que, formando parte de la más terrible actualidad, suelen estar, mira tú por dónde, ausentes del teatro: el derrubamiento del lenguaje y, con él, de la posibilidad misma de comunicarse, la grave y en absoluto accidental desorientación ideológica de gran parte de la juventud; la sobrevaloración ridícula de las redes sociales; los delirios de ciertos grupos animalistas y ecologistas; y, finalmente, lo más ambicioso: el cuestionamiento de la posibilidad real de la Revolución, con mayúscula, propuesta que es en sí misma tan insolente, tan poco común en el mal llamado mundo de la cultura (donde tanto abundan los revolucionarios subvencionados de cartón piedra) que seguramente le va a suponer al autor unas cuantas agarradas ideológicas... Pero Sahuquillo no sólo es divertido, sino que sabe pelear y además tiene toda la razón. La revolución siempre puede dejarse para el día siguiente cuando uno sabe que en el piso de arriba está la Gran Madre dispuesta a ponerle la mesa a sus hijitos."

 

Ignacio García May

Marzo 2015

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